Había una vez un rey y una reina que tuvieron una hija que tenía la piel tan blanca que la llamaron Blancanieves. Cuando Blancanieves
era todavía una niña murió su madre y al tiempo su padre se volvió a casar con
una mujer tan hermosa como soberbia que gozaba creyendo ser la más bella de
todo el reino; y para confirmarlo tenía
un espejo mágico, al cual le preguntaba todas las mañanas:
-¿Espejito, espejito mágico, quien es la mujer más bella del reino?
- Tú eres la reina más bella que se haya conocido - respondía día a día
el espejo mágico.
Y así, la reina vivía feliz.
Años más tarde Blanca nieves fue
creciendo, no solo en edad, sino también en hermosura y bondad.
Una mañana, la madrastra, como era habitual, le hizo la misma pregunta al espejo, pero este
respondió:
- Tú eras la mujer más bella, pero ahora lo es Blancanieves, quien por su belleza y su corazón bueno se ha
convertido en la mujer más hermosa del reino.
El orgullo y el odio hacia Blancanieves se apoderaron de la madrastra,
llamó a un cazador y le ordenó que lleve al bosque a Blancanieves para matarla.
El cazador sin decir una palabra obedeció a su reina.
Llevó a Blancanieves lejos del castillo, y cuando la estaba por matar,
vio a la niña llorar desconsoladamente y suplicarle que no la mate. El cazador,
que era un buen hombre, sintió lástima y le dijo que se fuera muy lejos del
reino para nunca volver.
Blancanieves comenzó a correr por el bosque. Pasó todo el día buscando
un lugar donde dormir hasta casi al anochecer, cuando encontró una casita. Se
asomó y no vio a nadie. Entró, miró a su alrededor y todo era muy pequeño: en
la cocina el horno era tan bajito que para abrirlo se tuvo que arrodillar, y
los platos y los cubiertos eran muy pequeñitos. Siguió caminando hacia un
cuarto que estaba al lado, ¡no podía salir de su asombro! habían siete camitas,
se recostó en una de ellas y la mitad de su cuerpo quedó fuera.
Fue al salón y encontró una larga mesa con siete sillitas y siete
platos de sopa calentita. En ese instante, se dio cuenta del hambre que tenía;
se comió todas las sopas, y sintió tanto sueño que se acostó en una de las
camitas sin importarle si estaba incómoda.
Horas más tarde abrió los ojos, y siete enanitos la estaban observando.
Se asustó y se levantó de un salto mientras les pedía perdón por comerse su
comida y dormir en su cama. Blancanieves les contó toda su historia, los
enanitos se abrazaron en ronda y murmuraron entre ellos cosas que Blancanieves
no lograba escuchar. Luego se acercaron y le dijeron:
- Si prometes ayudarnos con las tareas de la casa y cocinar, puedes quedarte con nosotros y te construiremos una
cama, una mesita y una silla de tu tamaño.
Blancanieves aceptó con gusto, y los enanitos se pusieron contentos, ya
que no tenían mucho tiempo para hacer los labores de la casa, dado que se
levantaban muy tempranito para ir a trabajar a las minas. Así fue como todas las
mañanas los siete enanitos salían
cantando a trabajar, y volvían a la tardecita donde Blancanieves los esperaba
con una exquisita comida. El enanito más sabio le dijo un día a Blancanieves:
- Ten mucho cuidado y nunca dejes
entrar a nadie, porque en algún momento la reina se enterará que sigues viva y
vendrá a buscarte.
Y tal como le dijo el enanito sucedió: la madrastra le preguntó
nuevamente al espejo quien era la más bella del reino, y cuanto odio sintió la
reina al escuchar al espejo responder:
-Tú eras la más bella del reino, pero ahora lo es Blancanieves, quien
vive en una casita en el medio del bosque.
La reina malvada, quiso vengarse y matar ella misma a Blancanieves, se
disfrazó de vendedora y caminó por alrededor de la casita de los enanitos
gritando:
- Vendo muy lindas y baratas cosas para las mujeres…
Blancanieves se asomó por la ventana, y le preguntó que vendía. La
vendedora, a quien Blancanieves no reconoció como su madrastra, le mostró unos
pañuelos para el cuello muy bonitos. Hace tanto tiempo que la niña no vestía
con tan lindos accesorios que le compró uno. Cuando se lo estaba colocando, la
madrastra le ofreció su ayuda y le apretó tan fuerte el pañuelo en el cuello
que la pobre de Blancanieves cayó al suelo.
Al poco tiempo llegaron los enanitos, quienes al verla tirada en el piso rompieron en un
llanto convencidos de que Blancanieves
había muerto. Pero uno, observó que tenía un pañuelo que le ajustaba
mucho el cuello y se lo quitó, y al hacerlo la joven comenzó a respirar de
nuevo.
Cuando los enanitos escucharon
lo sucedido le dijeron que esa vendedora era en realidad su madrastra y
le advirtieron una vez más del cuidado que debe tener cuando se encuentra sola
en la casa.
Pasaron unas semanas y la reina estaba tranquila y feliz, creyendo que
nuevamente era la mujer más bella y una tarde volvió a preguntarle al espejito, y la rabia y el odio
la consumió por dentro cuando escuchó:
- Tu eras la mujer más bella, pero lo es Blancanieves, quien su belleza y
su bondad la hacen la mujer más hermosa del reino.
Esta vez la reina buscó una
forma más efectiva de matar a Blancanieves: preparó un peine con veneno, se
disfrazó de una vieja mujer y fue a la casita de Blancanieves. Nuevamente gritó
que vendía unos peines, y al escuchar Blancanieves a la viejecita le dijo de
atrás de la ventana que no le permitían abrirle la puerta a nadie.
- - Pero que podría hacerle yo, una
pobre viejecita – le respondió la madrastra.
Blancanieves, que tenía un corazón muy bondadoso y no le gustaba
desconfiar de la gente, le volvió a creer y se asomó por la ventana. Al
comprobar que era cierto que era una pobre viejita y sentirse tan atraída por
los peines que vendía, le abrió la puerta:
- - Deja que te peine para que veas lo
suave que es – le dijo la viejita a Blancanieves quien accedió.
La madrastra le pasó el peine envenenado por su pelo y en pocos
segundos el veneno hizo efecto y Blancanieves cayó al piso. La madrastra corrió
a su castillo con una sonrisa de satisfacción por volver a ser la mujer más
bella.
Por suerte para Blancanieves era la hora en la que los enanitos volvían
de trabajar, y cuando estos la encontraron tirada en el suelo y con la puerta
abierta, sospecharon que la reina tenía algo que ver y buscaron algo que les
llame la atención, hasta que vieron el peine en el pelo y se lo quitaron, y de
esta forma Blancanieves se recuperó.
Mientras tanto, la madrastra entró en su habitación y para corroborar
que Blancanieves estuviera muerta le hizo la pregunta de siempre al espejo:
- - En la casita del bosque donde
viven los enanitos, Blancanieves es la mujer más bella y bondadosa del reino.
La madrastra encolerizada, bajó a un sótano donde escondía unas
pociones mágicas e hizo una manzana envenenada. Más tarde se disfrazó de campesina
y se fue al bosque a buscar a Blancanieves.
Al llegar a la casa de los enanitos, golpeó la puerta y Blancanieves no
abrió la puerta diciendo que los enanitos no se la permitían abrir. La
campesina le respondió:
- - Me queda solo una manzana y para
no tirarla quiero regalártela.
- - Gracias pero no puedo salir – le
explicó Blancanieves.
- - Si tienes miedo de que esté
envenenada, come una parte que yo comeré la otra – le sugirió la campesina.
Blancanieves abrió la puerta y como vio que la campesina comía la
manzana, se sintió tranquila y aceptó su parte, comiendo la madrastra la parte
blanca y Blancanieves la roja. La manzana estaba tan bien hecha que solo la
parte roja tenía el veneno, y así Blancanieves cayó como muerta al suelo.
La madrastra fue a su castillo y le preguntó al espejo quien era la más
bella:
- - Tú eres la más bella del reino –
le respondió y la madrastra se sintió feliz.
Los enanitos al volver a su hogar, la encontraron en el suelo y
buscaron rápidamente cualquier elemento que pudiera estar envenenado sin hallar
nada. Lloraron un largo rato y como Blancanieves seguía teniendo la piel tan
blanca como la nieve y mantenía su belleza, le construyeron una caja de cristal donde la
acostaron y la llevaron al bosque donde todos los días uno se quedaba
cuidándola, y todos los animalitos del bosque y las mariposas, los pajaritos,
las ardillas, los conejitos iban a llorarle y a despedirse.
Luego de mucho tiempo, pasó un
príncipe montado en su caballo por la casa de los enanitos, al ver que todos
estaban muy tristes se acercó para ofrecerles ayuda.
Los enanitos le contaron lo sucedido y llevaron al príncipe a la caja
de cristal. Al ver a Blancanieves el príncipe se enamoró perdidamente y les
pidió llevarse a Blancanieves a su castillo porque no podría vivir sin verla
todos los días, asegurándoles que la cuidaría mucho. Los enanitos accedieron y
los sirvientes del príncipe levantaron la caja de cristal.
Al caminar unos pasos tropezaron con una piedra, y con el golpe el
pedazo de la manzana envenenada salió de la boca de Blancanieves quien se
despertó.
Felices los enanitos le contaron lo sucedido, y el príncipe le propuso
casamiento. Días más tarde se casaron haciendo una gran fiesta con los enanitos.
Se fueron a vivir muy lejos de la malvada reina, quien no pudo
acercarse más a ella. Y sufría día a día al escuchar que el espejito repetía
que la mujer más bella era Blancanieves que vivía feliz junto a su príncipe.