Aladino (versión basada en el cuento de las mil y una noches)


En una ciudad de China vivía Aladino, hijo de una familia muy pobre, su padre era sastre y su madre se dedicaba al trabajo con algodón. En cuanto Aladino creció su padre le enseñó el oficio de sastre, pero este joven era muy vago y en cuanto podía abandonaba su labor para ir a jugar con sus amigos de la calle. Cuando Aladino todavía era un adolescente murió su padre y quedó al cuidado de su madre, quien no sabía como hacer para que su hijo trabaje y ayude en la casa.

Un día estaba jugando con sus amigos cuando un señor se le acercó a uno de ellos, se lo llevó aparte y le preguntó sobre Aladino y su familia, terminada la conversación gritó emocionado:

-Tal como lo imaginé eres Aladino el hijo de mi hermano –

Aladino no entendía quien era este hombre. Lo saludó y le respondió que su padre había muerto.

- No puedo creer que mi hermano haya muerto, vengo de muy lejos para verlo – le dijo el hombre – Toma este dinero, ve a tu casa y dile a tu madre que compre comida porque mañana pasaré a visitarlos – se dio media vuelta y se marchó.

Al llegar a su casa le contó lo sucedido a su madre, quien desconfió del relato ya que nunca había escuchado a su padre hablar de este hermano.

Al día siguiente cenaron los tres juntos, y el tío retó a Aladino por no ayudar a su madre en el trabajo.

- Eso no es digno de nuestra familia, no puedes dejar a tu madre sola con la casa, desde mañana tendrás tu propio oficio ¿te gustaría tener tu propia tienda de trajes? - preguntó el tío.

Aladino afirmó con la cabeza, le atraía ser el dueño de una tienda.

- Entonces mañana iremos en busca de una- dicho esto el tío se despidió y se marchó.

Con semejante ofrecimiento su madre se convenció que ese hombre era el tío de Aladino, nadie más que un familiar podría gastar tanta plata.

En cuanto salió el sol Aladino se fue con su tío, caminaron mucho hasta que salieron de la ciudad y llegaron a una montaña. El supuesto tío, que en realidad era un brujo malísimo que utilizaba a Aladino para conseguir un tesoro, dijo unas palabras mágicas mientras tocaba la tierra y luego el suelo se abrió. Aladino cayó al piso del susto, su tío lo levantó y le dijo:

- Debajo de la montaña hay un gran tesoro que está designado a tu nombre, por eso debes bajar. Si haces lo que te digo serás un hombre rico. Ponte este anillo que te quitará los miedos si lo frotas; después de bajar deberás levantar una losa que solo tú podrás hacerlo mientras pronuncias tu nombre; luego te encontrarás en un salón con muchos objetos de oro, no los toques y sigue caminando; pasarás por otro salón con árboles cuyos frutos son de oro puro, que no te tienten y sigue de largo; llegarás a un salón mayor con una gran escalera de piedra, sube y verás colgada una lámpara, pronuncia tu nombre, tómala y vuelve aquí con ella.
Al regresar puedes tomar todos los objetos y el oro que quieras.

Aladino hizo todo lo que su tío le indicó, y a la vuelta guardó la lámpara entre las ropas para tener sus manos desocupadas para tomar todas esas maravillas que veía en su camino.
Trepó por las paredes de tierra y le gritó a su tío para que lo ayude a salir, este le pidió la lámpara pero Aladino le dijo que se la daría arriba, ahora la tenía en las ropas y no quería soltarse. El otro insistía que le diera la lámpara y Aladino se seguía negando, hasta que el tío, que en realidad solo quería utilizar a Aladino para conseguir esa lámpara con poderes mágicos, se cansó y con unas pocas palabras cerró la tierra dejando a Aladino sin poder salir.

Aladino lloró varias horas al darse cuenta que había sido engañado y que ahora moriría, hasta que recordó el anillo que todavía tenía puesto y lo frotó para ver si realmente le quitaba el temor. Al hacerlo apareció un genio que salió del anillo y voló por el aire:

- Soy tu esclavo, ordena lo que desees que te lo concederé- Aladino sin poder creer lo que sus ojos veían le pidió que lo saque de la montaña y segundos más tarde estaba afuera.

Al regresar a su casa escondió la lámpara debajo de su cama y no le contó nada a su madre de lo ocurrido.

Dos días más tarde se habían quedado sin alimentos, recordó la lámpara y decidió sacar algo de dinero con su venta, así que se la entregó a su madre para que la lustre y así poder venderla a mayor precio. Pero en el momento en que su madre frotó la lámpara esta comenzó a moverse hasta caer al suelo, y para gran asombro de los dos salió de adentro un genio enorme que los miró y le dijo:
- Eres mi amo, lo que desees te será concedido.
- Quiero mucha comida – Le respondió Aladino que ya no se sorprendía por ver a un genio.

Segundos más tarde de pedido el deseo, en la mesa del salón aparecieron cientos de platos muy lujosos con frutas, carnes, panes y tanta comida como jamás habían visto. La madre se asustó mucho y Aladino no tuvo más remedio que contarle lo sucedido con el brujo.

Durante varios días tuvieron comida suficiente, y cuando se les acabó Aladino fue a la ciudad y vendió uno de los platos que el genio había dejado. El valor de este alcanzaba para comprar comida por una semana, y así fue como cada semana vendía alguno.

Una tarde que estaba en la ciudad, escuchó una orden de los soldados del Palacio para que se cerraran las tiendas y todos volviesen a sus casas, porque la hija del sultán iba a tomarse un baño y nadie podía verla. Aladino curioso de conocerla se escondió y al verla pasar se enamoró perdidamente de ella.
Pasaron los días y Aladino permanecía en su cama horas y horas pensando en ella, al punto que su madre se asustó creyendo que le había sucedido algo malo. Pero Aladino la tranquilizó:

- Madre no me pasa nada grave sólo que me enamoré de la hija del sultán, es la mujer más bella que he visto, y quiero que vayas al palacio y le pidas al sultán que me conceda casarme con ella.
- ¿Pero estás loco? - le respondió su madre - ¿Cómo imaginas que el sultán dejará que su hija se case con un hombre tan pobre?
- Lleva de regalo los platos del genio con las gemas y diamantes que traje de la montaña.

La madre fue a la audiencia, pero en cuanto veían a una mujer tan pobre la pasaban por alto y hacían pasar a otras personas, así durante toda una semana hasta que el sultán la hizo entrar para conocer el motivo de tanta insistencia.

Tanto el sultán como el visir rieron por un largo rato al escuchar a la señora pedir la mano de la princesa Badr ul Budur. La madre se levantó y le entregó el regalo que enviaba su hijo. Las caras se transformaron en el instante en que el sultán abrió el paquete, nunca habían visto nada igual, nada tan bello como esas piedras preciosas. El sultán se fue a un lado con el visir y le dijo:

- ¿Cómo no puedo concederle a ese joven lo que me pide con un regalo así?
- Dame tan sólo tres meses para demostrarte con un mejor regalo que mi hijo es más digno que este otro para casarse con tu hija - Le respondió el visir quien quería ser parte de la familia real.

El sultán le dijo a la señora que comprometía a Badr ul Budur para ser la esposa de Aladino, pero la boda sería dentro de tres meses.

La madre fue contenta a contarle a Aladino, pero le advirtió que sentía que algo raro tramaba el visir.

Dos meses más tarde la madre fue a hacer las compras y se sorprendió al ver todas las tiendas cerradas y la ciudad decorada con flores y luces. Le preguntó a un hombre a que se debía eso:

- Señora, ¿en qué ciudad vive que no se ha enterado que esta noche se casa la princesa con el hijo del visir?

La madre corrió a su casa a contarle a su hijo. Este se encerró en su cuarto, buscó la lámpara y la frotó:

- Eres mi amo, lo que desees te será concedido – le dijo el genio al salir.
- Quiero que esta noche cuando la princesa y su esposo vayan al cuarto los traigas a mi casa, a él déjalo paralizado en el baño hasta que amanezca y los devuelvas al palacio.

Y así sucedió, a la noche aparecieron por arte de magia Badr ul Budur y su esposo en la casa de Aladino, temblando de miedo por no entender que pasaba y donde estaban. Aladino se acostó al lado de la Princesa y le dijo:

- No temas, no te haré nada, solo te protegeré esta noche.

A la mañana siguiente el genio los trasladó a su dormitorio minutos antes de que el sultán fuera a ver a su hija para ver como se sentía en su primer día de casada. Ella se quedó muda sin responderle. Preocupado fue a contarle a su esposa y pedirle que hable con su hija. Badr ul Budur le contó a su madre todo, pero ésta le prohibió volver a contar semejante historia para evitar que creyeran que se había vuelto loca. Le preguntó al hijo del visir si era verdad lo que había escuchado, pero este por miedo lo negó.

Esa noche pasó lo mismo que la anterior.

A la mañana siguiente el sultán fue a hablar con su hija, y al ver que reaccionaba de la misma forma le exigió que le cuente que sucedía. Su hija en un mar de lágrimas le narró todo, su padre enfureció y la retó por ocultarle semejante episodio y mandó a llamar al visir para que corrobore con su hijo todo.

El hijo del visir estaba asustado y no quería volver a pasar otra noche paralizado:

- Padre te ruego que le pidas al sultán que me libere de este matrimonio, no puedo seguir casado con una mujer con la que pasan cosas tan extrañas.

- Pondremos guardias si es necesario pero nunca abandonarás este matrimonio que tanto nos costó conseguir.

Una vez que el visir le confirmó que todo era verdad el sultán para evitar más problemas anuló el matrimonio de su hija. De esta forma no hubo más inconvenientes durante las noches.

Al enterarse de la noticia Aladino esperó el plazo de los tres meses que el sultán le había prometido en un principio, y envió a su madre para que le conceda casarse con su hija.

El sultán, que ya se había olvidado de Aladino, no sabía que hacer para no faltar a su promesa de rey. Para evitar que su hija se case con un hombre que tenía una madre tan pobre siguió el consejo del visir y le pidió lo que consideraba un imposible: un regalo de bodas que contenga cuarenta platos de oro con gemas, estos debían ser traídos por cuarenta esclavas que a su vez estén acompañadas por cuarenta esclavos.

La madre le contó apenada su visita al sultán pero en cambio Aladino rió y fue en busca de la lámpara, la frotó y pidió el regalo al genio.

Una vez que estuvo todo preparado la madre salió presidiendo la caravana hacia el palacio, la gente en la calle se juntaba para admirar tanta belleza. Pero la mayor sorpresa fue para el sultán quien quedó maravillado y sin dudar le dijo al visir:

- No puedo rechazar a un yerno que en tan poco tiempo ha conseguido tanta riqueza.

El visir lleno de envidia le respondió:

- Nada de esta riqueza equivale a lo que vale tu hija, hay algo raro en esto y lo voy a averiguar, debe ser producto de la magia.

Pero el sultán mandó a llamar a los sirvientes del palacio para que comiencen a preparar la boda para esa misma noche.

Aladino feliz frotó la lámpara:

- Necesito que me vistas con los trajes más lujosos, esclavos para que me acompañen, un corcel negro para llegar al palacio, vestidos elegantes y joyas para mi madre y un grupo de mujeres hermosas para que caminen tras ella.

Nuevamente se reunió una multitud en las calles que aplaudían y saludaban a Aladino mientras este les arrojaba monedas.

Tanto el sultán como su hija se quedaron sin palabras al ver los trajes de Aladino, de su madre y la hermosura de las mujeres que los acompañaban. Y esa misma noche se concretó la boda en donde hubo músicos, un banquete con los más exquisitos platos, baile y cientos de invitados que formaban parte de las familias más ricas y poderosas del país.

Al finalizar la fiesta Aladino le dijo a su suegro que se marcharía para construir un Palacio digno de su nueva esposa, y dicho esto se fue a su casa y buscó la lámpara:

- Eres mi amo, lo que desees te será concedido – le dijo el genio al salir.

- Quiero que construyas frente al palacio otro que sea más importante, con muchas habitaciones, candelabros de oro en todos los salones, piedras preciosas y gemas en las ventanas y columnas, vajilla de oro, un jardín con las más variadas flores, fuentes de agua, establos con los mejores caballos, y un gran número de cocineros, criados y una gran alfombra roja que una los dos palacios.
Al ver el nuevo palacio el sultán estaba feliz de que Aladino sea su yerno, Badr ul Budur estaba deslumbrada con su nuevo esposo, pero en cambio el visir sentía cada vez más envidia e insistía en que debía ser producto de la magia.

Aladino comenzó a repartir monedas de oro entre la gente pobre, a organizar banquetes que ofrecía a los visires, emires y al sultán, y de esta forma se fue convirtiendo en un hombre popular y querido por todos.

Mientras, en una ciudad de África, se encontraba el brujo que había engañado a Aladino haciéndose pasar por su tío. Estaba utilizando sus trucos mágicos para averiguar si Aladino había muerto en la montaña y la lámpara seguía en el lugar. Pero al descubrir que Aladino estaba vivo, casado con la hija del sultán y era un hombre rico y popular sintió un odio enorme y ganas de matarlo.

Se fue a la ciudad de China, compró varias lámparas nuevas y corrió la voz que cambiaba lámparas nuevas por viejas. Una sirvienta de Badr ul Budur al escuchar esto le aconsejó el cambiar esa lámpara vieja que Aladino tenía en su cuarto por una de las nuevas que este hombre poseía. A Badr ul Budur que no sabía nada sobre la lámpara maravillosa, le pareció una excelente idea y le ordenó a la sirvienta realizar el cambio.

El brujo al apoderarse de la lámpara la frotó y en cuanto el genio salió le ordenó que traslade el palacio entero con Badr ul Budur a su ciudad.

A la mañana siguiente el sultán fue a visitar a su hija y se encontró con que ella y el palacio habían desaparecido, mandó a buscar a Aladino quien se había ido unos días de viaje y lo condenó a muerte.

- Ya te había advertido que Aladino no era bueno y todo lo conseguía a través de la magia – le decía el visir al sultán para lograr que le tome más bronca a su yerno.

La gente de la ciudad al enterarse que matarían a Aladino comenzaron a amenazar al sultán con atacar y quemar el palacio si algo le sucedía a Aladino.
Por temor a las represalias el sultán lo perdonó pero le dio un plazo de un mes para que trajera de vuelta a su hija, sino lo mataría sin importar las amenazas de la gente.

Aladino estaba desesperado ya que sin la lámpara no sabía como hallar a su esposa y no tenía idea de lo que podría haber sucedido; hasta que recordó su anillo mágico, lo frotó y apareció el genio.

- Genio te suplico que me devuelvas a mi esposa y el palacio.
- Lo que me pides es imposible de concederte, ya que estan en poder del brujo quien tiene la lámpara que es más poderosa que el anillo.
- Entonces llévame al lugar donde está el palacio.

Al llegar frente al palacio, esperó ver salir al brujo y trepó por una ventana al cuarto de su esposa, quien estaba tendida en su cama llorando. Al verlo Badr ul Budur lo abrazó feliz y le contó que el brujo quería casarse con ella.

Aladino le propuso a su esposa un plan: ella debía invitar al brujo a cenar y decirle que estaba arrepentida y que aceptaría casarse con él. Cuando estuvieran comiendo, debía echar en su vaso un veneno; mientras, Aladino se escondería en uno de los sótanos del palacio.

Esa noche Badr ul Budur invitó al brujo a cenar, quien se puso muy contento y no sospechó nada. Cuando estaban comiendo Badr ul Budur propuso un brindis y le explicó que según las costumbres de su país debían intercambiar las copas; de esta forma ella le entregó su copa que contenía el veneno. El brujo lo tomó y en pocos segundos cayó muerto.
Badr ul Budur mandó a uno de sus criados a buscar a Aladino, quien se apoderó de la lámpara y le pidió al genio que los regrese a su país.

Allí se reencontraron con el sultán quien organizó una gran fiesta para celebrar.

Años más tarde el sultán murió y Aladino subió al trono donde reinó exitosamente.